Las cerezas son el fruto de un árbol perteneciente a la familia de las Rosáceas, el Prunus avium . Desde la antigüedad, las cerezas han sido apreciadas no solo por su bondad, sino también por algunas propiedades medicinales.
La fruta fresca tiene, de hecho, propiedades purificantes y desintoxicantes, así como diuréticas y laxantes. Los pedúnculos de las cerezas, por otro lado, se utilizan por sus propiedades diuréticas y sedantes de las vías renales y urinarias y también son útiles para contrarrestar la retención de agua. En cuanto al uso externo de las cerezas, desempeñan un papel nutritivo e hidratante en la piel.
Alrededor del 80% de las cerezas son agua, azúcares, vitaminas A y C, potasio, fósforo, calcio, hierro, sodio y magnesio. Entre los azúcares presentes se encuentra Levulose, un azúcar que no tiene contraindicaciones para los diabéticos que pueden aprovechar una fruta fresca y sabrosa. La presencia de flavonoides ayuda a contrarrestar los radicales libres gracias a su capacidad para ralentizar el proceso de envejecimiento celular. Gracias a la presencia de flavonoides y su combinación con las vitaminas A y C, la ingesta de cerezas estimula la producción de colágeno, lo que aporta innumerables beneficios a nuestra piel. Por último, pero no menos importante, la presencia de ácido málico favorece la digestión de los azúcares y la actividad hepática.
Es recomendable no beber agua después de comer muchas cerezas; Esto se debe a que la cereza es una fruta que ya es rica en agua por sí misma, y agregar otra inmediatamente después podría causar problemas con la digestión.
Hay diferentes variedades de cerezas: cerezas amargas, cerezas amargas, cerezas morello. Cada variedad tiene un uso particular, pero todas son muy sabrosas y refrescantes, gracias a su agradable acidez.