El origen de la calabaza no está claro: algunas de las especies provienen sin duda de América del Sur, y fueron conocidas por los europeos solo después de la conquista del Nuevo Continente. Otras especies, ya conocidas por los griegos y romanos, vendrían del sur de Asia. Sin embargo, en la antigüedad, esta verdura no gozaba de gran prestigio y, en general, se consideraba un alimento adecuado solo para la población más baja.
La calabaza comenzó a cultivarse comúnmente en Europa solo a partir del siglo XVI, cuando se importó, en sus variedades perennes, del español y el portugués. Tan pronto como la calabaza se introdujo en Europa, golpeó la imaginación más por su forma extraña que por su posible uso alimentario.
Las largas hambrunas de esos años, sin embargo, pronto hicieron caer estos prejuicios, y poco a poco la calabaza comenzó a ser apreciada también por las clases sociales más ricas.
Las propiedades terapéuticas de la calabaza se concentran principalmente en sus semillas . Su acción vermífuga, sin la menor toxicidad, los convierte en un excelente remedio contra las lombrices intestinales y tenias, tanto para los niños como para las personas demacradas.
La pulpa de calabaza, gracias a su acción emoliente, es eficaz para aliviar varias enfermedades agudas del tracto digestivo, como enteritis, disentería y como diurético.
Su contenido en proteínas, carbohidratos, vitaminas (A, B1, B2, C, PP) y sales minerales (potasio, magnesio, cloro, calcio, azufre, sodio y hierro) lo hacen valioso para el tratamiento de numerosas dolencias.
En el caso de hipertrofia de próstata , es recomendable consumir semillas de calabaza peladas en buena cantidad y con una frecuencia constante.
Para uso externo, la calabaza, gracias a su acción emoliente, demuestra ser un buen remedio contra los dolores de diversos orígenes con una sensación de ardor: para beneficiarse de ella, aplaste y aplique la pulpa de calabaza en las partes adoloridas.
En los cosméticos, la pulpa de calabaza se puede usar para preparar una buena máscara emoliente para pieles normales o secas, así como una máscara para pieles enrojecidas e irritadas: aplastar la pulpa y reducirla a un puente con un poco de miel; aplicarlo en la piel, mantenerlo durante 20-30 minutos, luego enjuague. También se puede repetir varias veces al día.